Fecha: 11/03/2015
Fuentes: Autor: Larry Bowers, jefe de la Oficina Científica de USADA
Actualidad
¿Podemos atrapar a todos aquellos que infringen las normas antidopaje a través de controles aleatorios con los recursos actuales? No. La policía no puede atrapar a todos los conductores ebrios, pero, ¿debe por ello dejar de intentarlo?
Los reguladores de los mercados no pueden controlar todos los casos de uso de información privilegiada en Wall Street; ¿debemos por ello dejar de regular el sector financiero? Y, ¿debe la agencia tributaria dejar de realizar inspecciones porque hay quien consigue evadir impuestos?
El problema fundamental de la pregunta planteada, basada en un análisis bayesiano del número de controles, es que asume que atrapar a todos los infractores mediante controles aleatorios es el único objeto de un programa antidopaje. Pero no lo es. Sin embargo, antes de centrarnos en el papel que desempeñan los controles en un programa antidopaje es necesario contestar a la pregunta siguiente: ¿Por qué son importantes las normas antidopaje?
Vivimos juntos y logramos objetivos sociales, acordamos fijar un conjunto de normas para regular nuestro trabajo y nuestro juego. Aceptamos normas contra la conducción en estado de ebriedad, por ejemplo, debido al daño potencial que puede producir a otros. Aceptamos normas como que la canasta de baloncesto esté a 3,05 metros de altura y que el campo tenga unas dimensiones de 28 por 15 metros para poder jugar en condiciones de igualdad. Infringir las normas que el deportista acepta cumplir para competir de forma justa tiene un nombre: hacer trampas. Cuando una persona hace trampas, sea en el deporte, en el trabajo o en sus impuestos, defrauda o se apropia de algo que es de otros. Hacerlo es ética y moralmente incorrecto, independientemente de la fórmula que utilice cada uno para racionalizar este comportamiento.